martes, 1 de marzo de 2016

Retrato de mujer con dragón

por Patricia Nasello
              (Argentina)

Según dicen, fue él quien destruyó los cultivos. Ella cree lo que dicen y estima, por lo tanto, que urge detenerlo. Se protege con una cota de malla que alguien le acerca y toma la lanza que perteneciera a su padre. Lo encuentra solo, vistiendo harapos, rodeado por la ceniza que su locura incendiaria ha provocado (siglos después, el pintor evocará la escena retratando a una guerrera que, lanza en ristre, observa a un dragón como si con su sola presencia pudiese dominarlo; los versos del poeta, en cambio, hablarán de sus dudas, de su íntimo deseo de haber perdido la huella o disuadir por la palabra). Parece haber adelgazado en los últimos meses y la mira con aquella vieja furia de él, tan vieja que olvidó su origen. Con furia y, justo es reconocerlo, con el mismo amor de siempre. La ponzoña del desconsuelo apura la mano. Por unos momentos él permanece de pie, dos lagos quietos los ojos, sin darse cuenta que ha muerto. Algo habrá leído ella en el espejo de esos ojos y algo de barco que se hunde ocurre luego porque siente que naufraga dentro de sí misma y el cuerpo del hombre, sobre la tierra calcinada, se diría un madero flotando a la deriva. Sol y lluvias mediante, el pueblo siembra y cosecha el algodón con el cual comenzará a bordarse la leyenda.



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Gaceta Cariátide Brevedades Literarias Num 16