Por Alberto Chimal
en recuerdo de Nestor Curbelo
Los libros de futbol, escritos en el idioma de los nervios y los músculos: se redactan, claro, sin usar las manos.
Los libros de corazón, cuya materia es siempre dura, que manchan las manos, que siempre han salido con violencia.
Los libros atómicos: no pueden leerse ni con el microscopio más potente; los elogian como los mejores y más finos.
Los libros de sangre, que dañan a todos salvo a los lectores de un tipo preciso y no siempre fácil de determinar.
¿Libros de bilis? Lo peor no es que dejen ver el líquido sino que las amarguras y el rechinar de dientes se oyen.
Los libros de Gulliver: todos del tamaño de un ajonjolí salvo uno, en cuyo interior excavado había hecho su casa.
Los libros de Leda, de tapas cubiertas de plumas blancas y que son, todos, de aventuras eróticas.
Libros de "serial killer": asientos contables, sonetos místicos, cualquier cosa salvo lo que se ve en las películas.
Los libros de flores, que tanto placer dan la primera vez y huelen a podrido tras un par de semanas.
Los libros de deconstrucción, que vienen con los caracteres en una caja aparte; las páginas no se encuadernan.
Los libros terroristas, que explotan silenciosamente en la conciencia.
en recuerdo de Nestor Curbelo
Los libros de futbol, escritos en el idioma de los nervios y los músculos: se redactan, claro, sin usar las manos.
Los libros de corazón, cuya materia es siempre dura, que manchan las manos, que siempre han salido con violencia.
Los libros atómicos: no pueden leerse ni con el microscopio más potente; los elogian como los mejores y más finos.
Los libros de sangre, que dañan a todos salvo a los lectores de un tipo preciso y no siempre fácil de determinar.
¿Libros de bilis? Lo peor no es que dejen ver el líquido sino que las amarguras y el rechinar de dientes se oyen.
Los libros de Gulliver: todos del tamaño de un ajonjolí salvo uno, en cuyo interior excavado había hecho su casa.
Los libros de Leda, de tapas cubiertas de plumas blancas y que son, todos, de aventuras eróticas.
Libros de "serial killer": asientos contables, sonetos místicos, cualquier cosa salvo lo que se ve en las películas.
Los libros de flores, que tanto placer dan la primera vez y huelen a podrido tras un par de semanas.
Los libros de deconstrucción, que vienen con los caracteres en una caja aparte; las páginas no se encuadernan.
Los libros terroristas, que explotan silenciosamente en la conciencia.
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