Alejandro Mendoza*
Mujer, eres marxismo. Eres punto de crisis, revolución histórica y permanente del hombre. Fogón de arma que hace fundir y fundar ideales; bala que surca el aire, se incrusta en el corazón y roba el aliento. Eres prometedora como la idea de ser libre y profunda como el concepto de libertad, pues redimes al solitario y echas al vuelo su desesperanza.
Por tus ojos atraviesa la tragedia ecuménica; mas del constante cambio de tu aura proviene la energía que transforma la ciega rutina de nuestro paso incesante. El delicado pulso en tu tacto es fuerza que puede suavizar la rigidez de nuestra autodestrucción. Y aunque tu alma es de cristal, tu mente es inalterable como un sauce, capaz de impulsar causas perdidas cuando el susurro de tus hojas al viento ondea por el aire.
Progresas. Eres un río al andar, mujer, con parábolas mayormente desconocidas a medida que tu caudal circula colina abajo. Te besamos una vez y no más, porque ya te has vuelto otra, torrente heraclíteo donde no podemos bañarnos de nuevo.
Tu vientre tiene el calor de una plaza de armas al sol, coronado por la solemnidad de un par de torres de iglesia que exaltan el misterio de la sangre: el hombre sacrifica su vida en honor a tu venerable imagen de diosa. Sus arterias pulsan por ti, porque haces palpitar su corazón más rápido y más fuerte. Su mente es tu figura desnuda, reflector del color de sus deseos.
Mujer, ciclo amoroso. Sensual llama eres; antorcha y guía ineludible hacia la supervivencia. Hasta las ondulaciones de tu cuerpo arado atraes el polen que nos vuelve ciertos. Luego permaneces junto a él hasta su última respiración, y le haces entender que no hay mayor soledad que aquélla sin ti, puesto que de una mujer surge y junto a otra muere.
Eres el movimiento que crea y transforma; vaivén incesante de estrella fructífera, conjugación de la noche y la mar. Sigues el ritmo de la Luna para salvarnos de la extinción, pues al amarte, la combatimos. Radiante luz solar, estallas en ondas que nos acogen para protegernos del hielo y las tinieblas: todos los cuerpos celestes giran en torno a ti. Eres el universo de donde la eternidad ha surgido siempre. Detrás de ti, satélite crepuscular, sabe el hombre que encontrará permanentemente su amanecer y su continuo ocaso.
*Más información sobre nuestro autor, Alejandro Mendoza, en http://somosarrieros.wordpress.com/
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