por Marialba Pastor
Cuando los europeos “descubrieron”
América, la Iglesia católica ya había acumulado más de diez siglos de
experiencia en convertir al cristianismo a paganos de
todo tipo. Esta experiencia se sitúa condensada en crónicas e historias, y
sobre todo en las obras de los teólogos autorizados. En ellas se encontraba la
única verdad y, por consiguiente, a ellas se debía recurrir cuando se trataran
hechos trascendentales como la fe, los misterios divinos y las relaciones de
los hombres con los dioses; ahí se explicaba quiénes eran los paganos, por qué
existían, cuáles eran sus principales errores, sus dioses, sus mitos y ritos.
Las
crónicas de Indias de los siglos XVI y XVII no se desprendieron de la
curiosidad por las culturas ajenas, de un afán de comprensión del “otro” o del
interés científico por la indagación. Pero sus métodos tampoco siguieron las
reglas de la autocrítica y la observación empírica. Las detalladas
descripciones de la religiosidad de los indios tenía por objeto facilitar las
tareas de conversión. Los españoles estaban convencidos de que la
evangelización de los nuevos paganos era un mandato divino que formaba parte de
la historia revelada, del proyecto de expansión de la fe cristiana por el
mundo.
Educados en la
ortodoxia cristiana, los españoles llegados a América sólo
pudieron descifrar las conductas de sus pobladores a partir de supuestos
religiosos. Integrantes del clero como Bartolomé de las Casas, Bernardino de
Sahagún o Diego Durán, con una sólida formación teológica, mostraron en sus
crónicas una incapacidad para comprender las religiones prehispánicas.
En la realidad americana encontraron,
por analogía, dioses, mitos, ritos y adivinaciones de la Grecia y la Roma
antiguas. A las religiones prehispánicas les asignaron sus propias jerarquías y
clasificaciones, la división maniquea del bien y el mal, y la separación de los
mundos sagrado y terrenal; mostraron aversión a los sacrificios sangrientos, a
la sexualidad y a las relaciones entre los géneros. Sobre los pobladores americanos
proyectaron su moral particular y reprobaron sus conductas, o bien, inocularon
el cristianismo en sus informantes al afirmar que, antes de la llegada de los europeos,
en las religiones indígenas se advertían signos y valores católicos.
Para
comprender las crónicas de Indias y calibrar su utilidad y sus límites como
fuentes primarias para el conocimiento de las religiones prehispánicas, resulta
imprescindible adentrarse en la teología que formó a sus autores.
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