sábado, 8 de noviembre de 2014

Pensar América a través de su simbólica

por Miguel Ángel Segundo Guzmán


Para comprender el “descubrimiento y conquista” de América se debe entender cómo Occidente inventó a los otros. A partir del contacto con grupos del Nuevo Mundo, los simbolismos occidentales construyeron tradiciones; conocerlas es un primer paso para ver cómo el logos europeo las reinventó.

Occidente es un concepto histórico. Su desarrollo cultural y expansión se entienden como un proceso civilizatorio con ascensos y declives que excluyó otredades e historicidades y construyó una imagen diferente de América. En este despliegue violento, la guerra y la dominación fueron los ejes del proceso. La relectura de tradición occidental traza horizontes que adquieren significado en el presente, generando una simbólica que le da sentido al mundo.

En las crónicas del siglo XVI se mezcla “lo indígena” con las verdades europeas: la historia sagrada y la memoria caballeresca. En el otro hay fragmentos de verdad: rasgos agradables para la memoria occidental. El indio reforzó la identidad del cristianismo al encontrar en él señales que Dios dejó para el hermeneuta adecuado. Sólo el ojo externo pudo convertir en texto las “ruinas” —del otro tradición interpretativa que llegó con los frailes en el siglo xvi—.

Las sociedades encontradas fueron un pretexto para realizar la “historia de Dios en el Nuevo Mundo” y situar las tradiciones de los vencidos en el discurso cristiano,  es decir, colonizar la memoria al traducir al otro. “Domesticar” el modo de vida indígena y su imaginario fue la tarea de las crónicas, historias escritas para sustentar el nuevo edificio colonial. 


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