jueves, 16 de julio de 2020

Minificciones


Confesión
Pablo Brescia
    (Argentina)

Cansado de tanto andar y preguntar, decepcionado ante la falta de curiosidad de sus congéneres, agobiado por el peso de la moral y de las virtudes, asqueado de la corrupción, de la miseria y de sí mismo, se dejó llevar a la celda. Allí aprovechó para desdecirse de todo lo anterior. Incrédulos, sus amigos lo miraron buscando alivio. “Les dije que sólo sabía que no sabía”, aclaró él, orgulloso de la coherencia de ese pensamiento. Entre todos le abrieron la boca y lo obligaron a tragar la cicuta. La otra historia es harto conocida. 


Nostalgia
Caro Fernández
       (Argentina)

Sé que mi madre jamás olvidará el horror de verme saltar del puente. Pero desde ese día, soy su valiente pichón favorito. 


Precisión
Alejandra Adi
     (Argentina)

Los disparos sonaron como si hubiese escrito “Fin” con su antigua Olivetti. La mató como un gran hijo de puta y como un perfecto dactilógrafo. 


Buenos vecinos
Débora Benacot
        (Argentina)

La del departamento de abajo viene a reclamar por ruidos molestos. Es que tengo dos niños pequeños e inquietos que están en la edad de descubrir todo, de andar por la casa moviendo muebles, tropezando, tirando juguetes al piso, mis angelitos. Entiendo su queja, señora, pero qué pretende, ¿que vuelen? Después de prometerle que haremos lo imposible por disminuir el bochinche, la vecina se retira. Miro a mis hijos y les digo que para no tener más problemas con la señora del 4to A, siempre y cuando las cortinas estén cerradas, y sobre todo en horas de la siesta, haremos una excepción y podrán usar sus alitas. 


Violencia de género
Juan Manuel Montes
               (Argentina)

Un hijo en Liliput cansado de la comida desabrida e insulsa que su madre le daba, la pateó con todas sus fuerzas. Ella cerró los ojos al recibir el dolor pero no supo cómo reaccionar, jamás le había devuelto el golpe a su hijo, y además no sabía cómo hacerlo. Él, al sentir la impasibilidad de ella y ya víctima de la cólera, la pateó nuevamente, esta vez a la altura de los riñones. Ella respiró profundo e intentó calmarse, luego comenzó a cantar despacio. Él, también se calmó, se acomodó dentro del útero y se quedó dormido




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Gaceta Cariátide Brevedades Literarias Num 16