por Raúl Enríquez Valencia
El Gran Nayar, complejo cultural
ubicado al noreste del actual estado de Nayarit, aglutina a varios grupos
étnicos coras, tecualmes, tepehuanos y huicholes quienes mantienen fuertes vínculos
políticos y rituales entre sí. La sierra
del Nayar ha funcionado desde siempre como un perfecto fortín natural para las
guerras.
El Nayarit colonial surgió como producto de una
revitalización de grupos de la costa, el altiplano nayarita y la región caxcana
a partir de la guerra del Mixtón de 1541. Los aportes tecnológicos y culturales
de pueblos autóctonos, europeos y esclavos negros fortificaron la base de una sociedad compuesta que supo adaptarse y
refuncionalizar su organización política.
En el siglo XVIII el Nayar se representó como una gran isla de idólatras, antropófagos y apóstatas
cercada por el avance de los jesuitas; y éstos, los sacerdotes, con ayuda del
ejército virreinal, lograron conquistarla en 1722. El apóstol Santiago definió la batalla
final a favor de los cristianos. La tradición milenaria se recreaba para hacer
patente que los dioses tomaban partido en la guerra. De la invocación a
Santiago se esperaban mercedes que resolvieran las urgencias del momento:
salud, buenas cosechas, la victoria sobre el demonio.
Desde entonces, los jesuitas trataron de extirpar la idolatría
y desarrollaron una labor sistemática de evangelización hasta 1767, año de su
expulsión. Con su retirada, la magia cristiana entró en un
periodo de declive. La interpretación a
posteriori y los prodigios fueron parte de la escritura y sentido del vencedor.
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