Lidiar toros es
una fiesta de la vida y la civilidad. Desde hace miles de años ha participado
en el proceso por el que se forma lo humano en cuanto tal, a través de ella la
caza dejó de ser actividad metabólica para adquirir una semántica ritual, por
ella, el hombre adquirió una consciencia espiritual al darle significado a la
vida y a la muerte.
Es
un conservador cultural de los ecosistemas y de las especies, también del
humanismo, puesto que es una actividad intelectual que requiere la reflexión.
Es imposible entender el pasado de nuestra civilización sin apreciar sus
contribuciones. Como ceremonia o espectáculo la tauromaquia define la
existencia misma: pasión y compasión, erotismo y repulsión, lo sublime y lo
grotesco. El corazón de la fiesta es lo que provoca al púbico de la plaza, la
comunión con el otro, ya que conmemora la conquista más valiosa que han
alcanzado los humanos: el poder de vivir en sociedad.
Atacar
la fiesta es una actitud que no siempre implica esfuerzo intelectual, pues
atenta contra las conquistas del mundo moderno: la libertad y la democracia. Defenderla
es difícil, ya que obliga a entender de historia, antropología, psicología,
ética y estética. Para garantizar su existencia es tiempo de renovar sus
valores pero sin olvidar su pasado, para llevarla a la zona del indulto.
Me parece correcta la síntesis a la que se refieren de que en una corrida de toros se encuentra toda la vida. Creo que va más allá pues además de ser un espectáculo ancestral en él se encuentran la salvación (del toro) y la condenación (del toreo,no sólo su muerte, sino el fracaso). Esta condición obliga a ambos a no retroceder, uno lo hace por instinto y casta y el otro por valor y honra. Es así como se cumple la máxima de la fiesta "un paso adelante y muere el hombre, un paso atrás y muere el arte.
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