jueves, 14 de julio de 2011

Una profecía americana

Carlos Real de Azúa

Con La Raza Cósmica (1925), Indología  (1927) y Bolivarismo y Monroísmo (1934), José Vasconcelos (1882-1959) ocupará, pese a todos los peses, un lugar capital en ese sector de la ensayística americana que configuran las obras de meditación más entrañada sobre nuestro conjunto destino. Vasconcelos no era, de más está decirlo, un investigador científico puntual pero tampoco parece haberse contentado con ser un mero rapsoda, a la mane r a de un Keyserling, un organizador de fulgurantes y rápidas intuiciones. En los tres libros nombrados subyace una abundosa experiencia de la vida latinoamericana y el impulso teorético tiene en ella su frecuente vigilancia. Y si es a los resultados que nos atenemos, lo cierto es que hoy puede decirse que algunas de las ideas continentales que cuentan con más vasto asentimiento tuvieron en Vasconcelos su primer acuñador.

La fecundidad promotora de las mezclas raciales contra todo arresto de superioridad racista, es una de ellas y la "quinta raza", la "raza cósmica", el crisol de todas las sangres, es sólo un superlativo poético de la idea, una magnificación lírico-antropológica. Otra, que también ha quedado  es la posibilidad de una gran civilización en tropicales, supe r ando los determinismos climatológicos sobre la inamovible preeminencia de las zonas frías. La posibilidad de formas político-sociales inéditas; también de formas más a justada s a sociedades de gran calado transformadas convulsivamente por el maquinismo pero remodelables por él, aparecen asimismo como los anteriores y por primera vez, en el pensamiento de Vasconcelos.

Rodó había preconizado una Latinoamérica orgullosa de su " idealismo", vuelta hacia "la Francia inmortal", arrullada por las melodías "áticas" de Renan y sus seguidores. Francisco Bulnes y Alcides Arguedas habían concebido nuestro continente abrumado por determinismos raciales, geográficos o económicos.

Vasconcelos, colocado al final de este linaje de pensamiento importa, en cambio, algo muy distinto. Porque fue un vencedor de "optimismos medicinales" (que dijera Luis Alberto Sánchez) este oficiante de un pesimismo alegre concebido como aceptación jubilosa de la vida a pesar de sus horrores esenciales.

Fue un  liquidador de las pretenciosas tesis del fatalismo racial este empecinado en demostrar que el éxito anglosajón y su contraste con una Iberoamérica descaecida se debió a causas tan puramente económicas como la posesión y la explotación del hierro, el carbón y el petróleo en el tránsito decisivo de la sociedad industrial.


* Texto tomado de Historia visible e historia esotérica, Montevideo, Arca, 1975, pp.113-114. Este archivo se puede descargar en www.archivodeprensa.edu.uy

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