viernes, 11 de junio de 2010

Desde la trinchera

Por Marcos Daniel Aguilar

Desde la fría Terranova hasta el lapizlásuli patagónico, pasando por las metrópolis, la serranía, el Trópico y el desierto; todos estamos aquí. El hecho geográfico ha impuesto el cultivo de naciones a lo largo de esta invención continental. Países de sur a norte han tratado de forjar colectividades justas.

Más eficaces que otras, algunas naciones han sabido que el camino hacia ese bien común se encuentra en la conformación de repúblicas basadas en gobiernos de elección popular. En los intentos por imponer la democracia -en donde se rompa, de una vez por todas, el muro entre gobernantes y gobernados- los pueblos de Latinoamérica han vivido por años un sueño irrealizable. Durante el siglo XIX y XX, políticos e intelectuales esclarecieron las bases del sistema dominado por la mayoría. Teorías que en un futuro serían la regla, no la excepción.

Cien, 200 años después, el sueño es un tóxico aprovechado por políticos y padecido por ciudadanos apáticos. En el XX, ya algunos auguraban que si el individuo no rompía la amalgama de indiferencia hacia la política, no para el beneficio personal sino para un bien social, entonces los excesos del poder y la mezquindad tomarían el control y limitarían la libertad. Y así sucedió. Pero, ¿de qué bienes hablaban estos hombres? De todos: económicos, educativos, de derechos humanos.

Proponían salir a buscar la felicidad conociendo las necesidades individuales para compartirlas y tratar de solucionarlas en conjunto. Teoría y trabajo en acción, ése era el objetivo. En el siglo XXI, vemos que manos y cerebro no encontraron su natural engranaje. Las fuerzas de la desidia triunfaron con los años. Revoluciones y autoritarismos llegaron y se fueron. Las democracias de papel han llegado y podrían irse.

Con más libertades, pluralidad, educación e instituciones, no hemos entendido que la escena política –vida pública de nuestras sociedades- no se trata de enaltecer al engreído que se dice político o empresario, sino para engrandecer la dinámica de entender, criticar y actuar para combatir la pobreza, el analfabetismo, la desigualdad, la violencia. Esto es formarse un criterio de civilidad. La justicia no vendrá a la puerta. Hay que saludarla desde la calle. Dialogar. Trabajar. Cada quién desde su trinchera.

1 comentario:

  1. A golpe de marro y sangre, saldrémos de nuestra cárcel. A golpe de marro y sángre, cerrarémos los abismos. Hoy por lo pronto "La aurora" está empañada, Lorca lo canta desde su reposo: "La luz es sepultada por cadenas y ruidos/en impúdico reto de ciencia sin raices./ Por los barrios hay gentes que vacilan insomnes/ como recien salidas de un naufragio de sangre"... Sólo queda trabajar desde nuestras trincheras.

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